miércoles, 26 de mayo de 2010

100. #Y siguió bajando (rumbo abajo)

Hasta que llegó a sus límites, y encontró un pasaje al Salón Imperial. Todo el edificio de Cailloma había sido una pila de escombros abandonados e inentendibles, cada piso habla de su oscuros pasado y futuro, mientras estratos de formas vivientes explotaban su presente con manifestaciones rituales de culturas infrarrojas. Ahora estaba vacío y escasamente iluminado. Encontró muchos trapos sucios tirados por doquier y algunas cintas y alambres de cobre con los que se confeccionó un traje de loco, y salió así vestido a la calle, a mendigar y meditar.

Pronto la calle le hizo de amigos buenos y extraños.

-Ven. Bebe un emoliente conmigo - Máscara lo estaba esperando - Tengo sida, cholo - y brotaban sus lágrimas - No te incomodaría por esto sino porque me siento mal - y llora.

Chen lo abraza, e intenta detener la enfermedad con las agujas ¡Es tan difícil! Ni bien cierra la posibilidad de un ataque se abre otro nuevo e inesperado. Es como un virus que sabe kung fu, y está decidido a matar.

99. #Hasta que aterrizó sobre el edificio Cailloma

Y espantó a una bandada de gallinazos con su caída. Notó de inmediato el hedor un perro muerto y se acercó a curiosear. Tenía una perforación en el pecho y le faltaba el corazón. Estaba totalmente desecado y los gallinazos no se lo comían. Parecía obra de los hombres y no de los gallinazos.

Chen dejó al perro y empezó a bajar por las escaleras, hasta que oyó ruidos de actividad humana. Había un grupo de punks haciendo fuego y escuchando a la banda Narcosis con una radio a pilas. Cerca de 5, al menos a la vista. No parecían peligrosos, pero si apeligrados, así que buscó evitarlos por otro camino. Dos pisos más abajo encontró a un locazo tío, cubierto de bolsas de plástico, y con una sarta de latas de conserva usadas amarradas en los tobillos para arrastrar. Dormía, y Chen se detuvo a observar paciente. Paciente quisiela dolmil, como él.

Pronto oyo gritos venir de los pisos arriba, las serpientes atacaban a los punks. Luego, los gritos se hacían más intensos y sexuales, gemidos. Eran las serpientes rosadas. Chen estaba seguro de que las serpientes se quedarían a divertirse con los muchachos así que siguió rumbo abajo.

98. Jamás

Habíase superado Chen en sus técnicas. Era ahora un artista serio de la muerte. Habel un contrasentido, al utilizal las tecnicas no pala sanación, sino destrucción. Sel ahola un agente de la muelte. Tlabajal pala ella, como estas selpientes. Pelo no sel momento de leflexión. Encontlal debo a Hu. Y siguió su camino, y cruzó el puente. Frente a sí habían 200 metros de peldaños en ascenso, que llevaban a un gran portal. Dos banderas caían por entreambos lados del portón con los ideogramas Grande Serpiente y Dragón.

Subir los peldaños significó para Chen una reflexión obligada. Pensaba en los venenos coloridos y en el sinnúmero de gentes que se beneficiaban y podrían con su uso. Igual quel opio, Y se animaba a proseguir con nuevas fuerzas, porque el era de usar acupuntura y renegaba de toda clase de pócimas.

Cuando Chen cruzó el portón se vio pronto dentro de un laberinto lleno de corredores, estancias, escaleras, y no sabía cómo ubicarse, por dónde ir. Por su intuición se guió a un cuarto que tenía una chimenea con fuego, y colocada en la pared había una gran espada. Chen la tomó. Pronto comenzaron a venirle por todas partes demonios azules y rojos, corpulentos y gigantes. Alados y rastreros. Chen entró en el frenesí del combate, y empezó a matarlos. Y eran tantos, que parecía un sueño de nunca acabar. Llegó combatiendo hasta una torre desde donde se veía la inmensidad del cielo, que fue pronto opacada por la sombra de una bestia gigante, un dragón azul que derramaba fuego.

Glande Selpiente -se dijo Chen- utilizalé la técnica del colazón acorazado. Y se arrojó con todo hacia el dragón; rindió sus sentimientos al fuego abrazador, pero luego manó sangre como magma viva que hirió sus escamas, y lo hicieron retroceder, rugiendo: se posó debajo de su pecho y clavó la espada. Se derramaron litros de sangre azul, brillante y muy espesa sobre su cuerpo.

Hu apareció por detrás suyo.
-¡Hu!
-¿Qué buscal, Chen, con la muelte lápida y feloz?

Ambos empezaron a luchar. Chen saltó 15 metros y arrojó 300 agujas a Hu. Hu esquivó 237, y llamó a sus serpientes, las cuales comandaba mentalmente y con gritos. Una horda de serpientes negras y rosadas lo perseguían. Chen se elevó por los cielos saltando de edificio en edificio, derribándolas. Llegó tan alto que cayo sobre el cielo raso del hotel Sheraton. Y se sorprendió de encontrar a un botones fornicando con una ninja.

-¡Indignación! –pero venían más serpientes, y Chen siguió escapando, dejándolos follar en paz.

Las cámaras de la policía registraron el movimiento de Chen por los aires, hacia los edificios piratas de Wilson, con cada vez menos serpientes, matándolas en cada esquina.

97. Te contaré lindas historias..

El dotor Hu era un afamado especialista de las serpientes. El vino de la china en 1970 y se hizo un pequeño apartamento en el Jr. Puno, en el centro de Lima, donde puso su consultorio, frente al del acupunturista Chen. Ambos eran adelantados a su tiempo y predecían con acierto que la China sería una potencia mundial, y que pronto tendrían las puertas abiertas para expandir su negocio.
Los dos se trataban con respeto, pero distancia. Tenían una cierta competencia por los clientes, que al no ver prontos resultados en un tratamiento, acudían al otro, que tenía su consultorio en frente.

El doctor Hu era ambicioso y quizo abrir un centro de internamiento. Para esto movió a algunos contactos de su patria, y se hizo de algunos cintas negras, con los cuales operaba.
El doctor Hu fue un ejemplo para Otoya y todos sus amigos. Se hizo conocido además por las bizarras reuniones en que colocaba a diferentes especialistas y todos intercambiaban información médica. Algunos médios eran adictos y empezaron a tratarse con el veneno amarillo, lo cual les daba un buen empuje, y terminó por cambiarles la adicción. Pronto Hu necesitó expandirse y levantó el primer criadero, en las afueras de lima, cerca de Ancón. Las técnicas de la crianza las conoció por un viaje astral que realizó tomando Ayahuasca en Pucallpa, poco antes de asentarse en la capital. ¿Quién sabe donde rayos quedaba ese panal? Todo era un mito ahora, pero las serpientes existían y era realmente jodido verlas volar por ahí, hasta que empezaron a capturarlas, y a aprender de ellas. Yo particularmente fui mordido una vez por una serpiente morada.

Un día el doctor Chen realizó una mala acupuntura y su paciente sangró. El Dr. Hui estaba ocupado en el W. C. y una sapientísima serpiente azul escapó de su confinamiento y siguió la sangre. Y encontró al paciente, que yacía tendido mientras Chen buscaba unas toallas. La serpiente se acercó al paciente y lo enamoró con palabras dulces, y lamió su sangre, y luego inyectó sobre sus heridas. El paciente se puso azul y reaccionó con una violenta felicidad.
-¡Por Bjork! ¡me siento de reputamadre! ¡Dr. Chen!

Chen no quedó sorprendido, pero sí molesto. Sabía que por ese reptil estaba perdiendo un cliente.

-¡Hablalé con Hu soble esto! ¡Indignación!

Hu tomó sus equipos de acupuntura y se dirigió al consultorio de Chen. Dos de sus matones lo detuvieron en la puerta.

-Hu estal ocupado. Venil mas talzán, - Chen se puso rojo furioso.
-¡Hu habel soltado dlagon azul, yo hablal con él ahola!
-Dlagón azul hacel como quiela. Es sapiente.
-Yo entlal ahola, o selpiente molilá. – Los matones se sorprendieron y se pusieron en guardia, pero Chen fue más rápido y letal, arrojándoles sendas agujas a cada cinta negra con velocidad vertiginosa, hasta que se quedaron clavados a las paredes. Pateó la puerta. Había un puente colgante sobre un riachuelo con serpientes naranjas. Era un cruce experimental de Hu. Y había también un pequeño templo oráculo dedicado a la lectura y juego del I-Ching.

En el puente colgante había otro guardia.
-¿Que hacel tu aquí? – Y Chen le arrojó cientos de agujas al ojo izquierdo hasta hacerlo vaciar y penetrar por la concavidad de los ojos, y a través del nervio óptico hasta el área 17 del cerebro, luego de lo cual cayó sobre sus rodillas gritando -¡No podel vel! ¡Y tu habelme atacado un sólo ojo! ¡Y no podel vel!