miércoles, 9 de diciembre de 2009

44. Vuelve a los tubos.

Yo vivía en los tubos. Los tubos están en San Marcos. Los tubos son waka, igual que toda la universidad. Todo el cadáver que yace debajo de Lima es waka. La católica también es waka. Originalmente todas eran una misma, gigantesca, y grandiosa waka. Pero ahora sólo es polvo sagrado.
.
Los tubos paraban siempre llenos de gente: fornicadores, adictos y estudiantes procrastinadores de todo tipo. Muchas formas de vida desequilibrada. La palabra fluía libre como el pensamiento. Ocasionalmente la fuerza se veía reflejada en un grito de liberación y grandes risas de placer. Habían muchos amoríos en tubos, y los verdecitos siempre limpiaban todo o lo dejaban hecho mugre por semanas.
.
La región de los tubos ocupa todos los jardines que dan la espalda a la facultad de letras y electrónica así como a la clínica universitaria (donde los pincherratas compraban jeringas-clavos a última hora), y siguiendo el muro perimetral del estadio hasta terminar en la fosa o banca de los suplentes. Y era más o menos a esta altura donde yo hacía conexión a tierra.
.
Los que estábamos más metidos en el tema ya evitábamos los clavos, y buscábamos casi exclusivamente las jeringas más finas, tipo BD. Las jeringas de punta fina son un favor de la inteligencia. Yo durante un año utilicé los clavos, y me hice mucho daño en el brazo. Cuando comencé a inyectarme utilizaba sólo mi brazo izquierdo. Quería guardar el derecho para comparar el decaimiento de los tejidos por la violencia. Pero eso sólo duró un año. Pronto había tráfico, y “las obras” avanzaron sobre el resto del cuerpo.
.
Y así como el alcalde Castañeda destruía toda la ciudad yo destruía mis dos brazos, y a veces las pantorrillas. Yo dividía el daño por todo el brazo. El Nafta era mi copiloto. El tenía la costumbre de tener más cuidado, pero él era muy desprendido. Yo supongo que era así por vivir cerca del colegio San Agustín, donde ambos nos educamos. Fue curioso que ahí nunca nos conocimos y sólo tuve menciones de él por Pechuga, que también tocaba con él. El Nafta era como una leyenda en el colegio. Se robó una guitarra eléctrica (sino la única que había) y la violó, y la devolvió destruida cuando le tiraron dedo. Luego lo expulsaron. Lo conocí años después, en mi techo, cuando el Perro del Mal lo llevó como invitado a una sesión exploratoria con la droga.
.
Yo llevaba algunas semanas pinchándome hasta que finalmente W. y el Padrezurdo decidieron pincharse conmigo. El Perro del Mal nos trajo armas de destrucción masiva. W. se quemó un disco que decía “pínchame” y pidió escucharlo. El viajó en silencio. Al Padrezurdo se le inflaron los ojos y comenzó a musitar con quietud delirante “ala.. mierda..” El Nafta estaba mas bien como incómodo porque no nos conocía y me sorprendió cuando nos mostró que tenía discos de música salsa y cosas afines porque no sabia en que situación estaría.
.
Aún tengo una foto de mi primera inyección de ketamina. Yo le grite al sol en su puesta, cuando fue mi turno. De hecho, todos los adictos recuerdan bien su primera inyección, pero no hay caso en contarlo todo, aquí, de una vez.
.
La ketamina es una anestesia disociativa, pariente del antiguo PCP. Actualmente no hay PCP en Lima, o es difícil de conseguir. Los mismos contrabandistas que venden K. pueden conseguir M., codeína, fentanylo, atropina, tramal y muchas otras cosas. Lo único que no he visto hasta ahora de cerca es la H., pero recuerdo bien que un odontólogo de S. M. me prometió un contacto.
.
Estábamos cerca de fines de enero cuando madre decidió que ya era suficiente, y llamó a los muchachos. Los muchachos me apresaron en mi propio cuarto. Todo fue planificado. Esa misma noche mi padre había escrito una mini biografía redistorsionante de lo que pasó conmigo. Me llevaron al pabellón 2 del hospital Hermilio Valdizán, donde estuve un mes y fui dado de alta con un diagnóstico de principios de esquizofrenia y adicción a narcóticos, con recomendación de una terapia psiquiátrica ambulatoria, pero al salir mi padre me llevo a una casa de reclusión de la que luego fui trasladado.
.
Cumplo condena aquí. Quizá 6 meses, quizá menos. Con un poco de suerte saldré antes de las fiestas patrias, otorgándoseme nuevamente la oportunidad de regresar a la universidad. Tengo poco planeado lo que haré al volver. La idea de suicidarme ronda todos los días por mi cabeza.
.
Cuando estoy de otro humor (lo estuve hace un rato) me vienen otras ideas: que al volver “a casa” pintaría un anticristo en fondo negro = un cristo torcido, y lo tendría en mi cuarto. Antes todo mi cuarto estaba lleno de papel y podía escribir virtualmente donde quisiera. Esto me trae dolorosos recuerdos.
.
Un día me despedí de la galaxia y me inyecté. Arranqué los papeles y conservé algunos recortes: salvé un par de retratos, la cabeza de perro, y luego a una bestia que había cazado una clave de correo electrónico, aun sangrante en sus fauces. Mi padre rompió éste último dibujo. Lo metió en una bolsa plástica arrugado, y maldiciendo mi pasado, lo tiró a la basura. Yo me resentí, me molesté y me inyecté de nuevo. Fui a la basura por el dibujo. Aún está en la bolsa, arrugado. La bolsa está escondida con la ketamina. Pienso aún en volver y restaurar el dibujo y hacer el anticristo.
.
No se cómo lo toleran mis padres. Las drogas, no las toleran, a pesar que ambos son adictos. No las toleran conmigo, eso es. Todas las mañanas tomaban café y hacían su habla alterada. Sólo así estaban de humor para hablarme. En alcaloides. Es un peligro porque sin ellos son vulnerables al miedo en la sociedad, y el Dr. Otoya, director de la casa de reclusión, los manipula fácilmente. Además el cuenta con un tropel de psicólogos que te miran como a través del cristal rehabilitante. Y así vivo en esta casa de reclusión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario