martes, 1 de diciembre de 2009

43. VOZ.

La voz libre como un modus vivendi de la libertad. La voz lo dice todo, y luego calla, canta, grita, llora. Todo lo que decimos se lo lleva el viento. Y la voz desaparece, una voz discreta que musita y menta cosas para luego librar a la conciencia de su bagaje. Voz como vómito o flujo de lo eterno hecho consciente, por parte, No podemos con todo a la vez. La voz se abre en el tiempo como un chorro, un río que fluye.
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Deseo gritar, pero soy una presa aquí. Debo seguir la sangre para sobrevivir. CONTROL. Naufrates. Solitario. Arañas. Más gritos.
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Un tono sordo logra hasta mi umbral y me explotan los oídos. Yacía en el suelo perdido de la conciencia y manaba la sangre a borbotones, se derramaba por el piso como una bendición de fuerza bruta para la tierra.
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Mi cabeza estalla en pedazos por toda la calle. Algunas personas se congregan alrededor mío para ver. Todos masticando turrones. Una estampida de barrenderos se llevan mis pedazos para dispersarlos por el río Rímac. Algunas partes se quedan pegadas en los árboles, en las vitrinas de los túneles y en los carros que pasaban a velocidad. Pronto llegarán pedazos míos a Barranco y al mar finalmente donde fueron disipados en el olvido.
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¿Quién soy yo? Escucho radiación y siento las ondas vivas a través mío. Como el viento empuja las hojas secas y mueve el pasto, la radiación me induce a actuar de extrañas maneras. De noche o de día, la luz directa del sol, o la luz refracta de la luna y las demás estrellas alimenta a mis ojos vacíos de fondo, insaciables de rayos: estos inciden como el agudo láser sobre mi visión y la realidad queda enfocada. Pronto todo el ser es dispuesto y se forja la necesidad, y yo sigo la sangre.
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Estaba metido en un baño, como en una cabina de despegue. Cuando me inyecto y la demencia se manifiesta, la mente es el mundo, y todos los lenguajes se ven enriquecidos al punto en que su percepción transmite nuevas idealidades. Como aquella que hacía hablar al agua, y la hacía reaccionar a los cambios de mi mente. Me parecía lo más increíble y tuve (y tomé) varias oportunidades de registrar lo sucedido con mi cámara. Grababa la música en el aire y recogía el regurgitar del agua, como si con una canasta recogiese | frutos del bosque / Hojas secas de otoño |.
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Nunca fue más increíble que aquella vez en el hospital de la policía. Mi angustia era enorme: a pocos pasos de mí, un cuarto con mujeres accidentadas y entre ellas se encontraba Norma, recuperándose de un choque. Su burbuja había explotado, y ahora se encontraba en una terrible situación compartiendo su dolor conmigo. Ya ella dormía, y el agua me habló con cientos de voces. Como cuando estás mal y todos te dan ánimo, y fuerza, sentía que las radiaciones configuraban las moléculas de agua y las hacían sonar de mil distintas formas, expresión llena de matices como si tuviera mil cordones de teléfono al oído, con voces todas comunicándose, alimentando mi vacío, la pobreza de mi sensación, destruyendo mi desahucio, reparando mi pena y mi dolor para mostrarle fuerzas rejuvenecidas al despertar.

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