jueves, 21 de enero de 2010

61. #despierta temprano

de todas tus pesadillas. En apariencia, meditabas no solemnemente, sino en austeridad, y vino la mayor tentación delante de ti, pero seguiste impasible, sereno, meditabundo. Por derecha e izquierda llegaron los sabios y se pusieron a tu disposición, y aún así, los dejaste libres, porque buscabas en tu interior, y sabías que ahí nadie alcanzaba, ni la Sangre Dolorosa de Fantasía, que se purificaba en el templo con agua, ni la suplicante arrepentida, que permanecía con recelo a tu izquierda, observando todo con cuidado y admiración, sino tú, y tú solamente.
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Y entonces llegó un demonio y quiso sangre, y se desató el infierno.
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Y estabas bañado de recuerdos y esperma televisivo, y la madre explotó en ira. Y peleaste con tu padre y tu hermano, y ambos eran salvajes como tu, y todo era podredumbre con posibles escapes de la atmósfera, para volar por los cielos oscuros y helados, más allá de la tierra, para llegar a otro fin y retornar pleno, retornar vacío y cargarse, para volver a entrar al círculo y entrar bien.
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Extrañabas tu meditación, pero quién te quiso con ella?
Ahora, vuelves a la especie luego del sueño, y perturba la distancia, las ausencias, y el día todo.
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De lejos, los niños juegan perdidos en su fantasía e ilusión. De cerca, rascas las costras de tu cara, y sangras otra vez. Mirando los canales por todo el cuerpo, pensando en que tienen alguna cierta finalidad.
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Un cuerpo hermético que es en apariencia para sí mismo, pero que derrama fluidos por todas partes: orines, sudor, heces, saliva, tinta, pus, sangre, y una voz que escapa como un chorro, ya como un hálito de metal puro.
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Así despierta temprano y quisieras volver a dormir, pero el corazón te mueve impreciso, bastardo, tormentoso. Y si así es su amor, luego, ¿quién te quiere así?

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