martes, 4 de agosto de 2009

10. Música. Radiación.

A veces uno vuelve a sí mismo después de un viaje muy largo. Mi voz es mi reto. Yo me rompo en la voz y retorno, regreso, renazco. Y la sangre está ahí, presente, en todos mis dedos, desparramada por las cuerdas y las pastillas de la guitarra, y muy por dentro de la garganta raspada e infecta de bichos. Pero la droga no la deja salir. La droga me acongoja. Es una forma sintética de biosis con el cuerpo. ¿Me dejo entender? La fórmula no fue la mejor. Yo la complementaba con todo tipo de mejunjes que hastiaban mi cuerpo hasta llevarlo a la grosera delicadeza de escribir.
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Perdí mucho peso. Todos lo empezaron a notar. La familia, etc. Sus comentarios me resultaban aburridos, morales, restrictos, sin solución y sin sentido, porque tampoco sus vidas tienen mayor trascendencia que la mía. Qué pequeños somos a los ojos del universo. Yo aún suspiro pensando esto. Yo aún soy de los que suspiran. ¿Cuántos quedamos?
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¿A dónde nos quieres llevar, oh, sangre? ¡Dínoslo de una vez! Estoy cansado, agotado, desesperado, agotado, casi ciego. Acaso tal vez sólo quieres almacenarte en mi cerebro y afectarme y hacerme dormir, acaso soñar. Pero estoy preparado. Tengo agua aquí, para purificarme. ADIOS.

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