viernes, 28 de agosto de 2009

29. Infierno es destrucción oleosa.

Ella la untaba por mi pecho mientras el sol se iba y estábamos cerca de la clínica. Ella me amaba, todo era un transtorno. Yo. Tocaba su mano y pensaba en las otras dimensiones de mi existencia, su ser: todo empezaba en los receptores táctiles, y pronto me sentía como siendo muy carnívoro, comensal de carne cruda, bebedor de sangre pura..
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Y volví a caer en el olvido. ¿Dónde estaba ahora? Sucio, olvidado otra vez, tirado en un baño, una de esas playas de estacionamiento. Habíamos estado tomando unas fotos antes, mi copiloto y yo. Luis nos había asaltado antes. Quiso volarse mi cámara, pero no pudo contra nosotros. Su padre era policía y hasta me dijo “sabio”. Nos dejó ir. Su hermana en cambio, nos escandalizó: “¡papá yo los vi ayer en las escaleras inyectándose marihuana!” – y yo aún pensé si eso fuese posible, y cómo se sentiría – y maldije a los ingleses, que ya la redujeron a una pastilla.
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El edificio tenía una escalera infernal. Sellada con un candado gigantesco y herrumbroso. No sabía cómo entraríamos ahí. Aún no hemos ido. Es tan difícil como volver al edificio Cailloma y todas esas cosas. Y ahora uno es más viejo. Aún es más peligroso, ¿no? Ahora todos temen lo peor de uno. La escalera tenía una alfombra roja en sus escalones y sólo dejaba ver unas sombras y tenues luces de algún camino imposible de seguir para nosotros. ¡Qué frustrante era, maldita sea!

1 comentario:

  1. Agujas maestro ! que vengan a nosotros...! el infierno... el infierno... el puto infierno...

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